Tema 2. Revelación
Todos los seres tienen una comunicación con el medio
ambiente que les rodea. Pero de entre todos los seres, solo el lenguaje humano
tiene unas características propias que lo distinguen de los “lenguajes” no
humanos.
Dios, si entra en comunicación con el hombre, tendría que
respetar esas características propias del lenguaje humano. Es más, si Dios ha
hecho así al hombre, debe adecuarse a ese hombre para poder hablarle.
El lenguaje humano tiene incontables y maravillosas
características. Es capaz de comunicar no solo necesidades naturales (tengo
sed) sino sobre todo expresar el rico universo simbólico que el ser humano
tiene dentro de sí.
Es capaz de comunicar entonces, la propia interioridad
del hombre. Con cada palabra el hombre dice algo de sí mismo, del misterio que
cada uno es.
Además, la palabra tiene un carácter dialogal, de
encuentro entre dos personas, entre dos seres libres. El monólogo no es humano,
solo el diálogo lo es.
Las tres funciones del lenguaje humano son: informativa (expresa conceptos objetivos. Ciencia, información), expresiva (expresa también nuestra interioridad. Hay una “autorrevelación”.
Confesiones, Memorias, Lírica) y
comunicativa (además de comunicar y/o
expresar interioridad, provoca una respuesta del oyente. Propaganda, Discursos
políticos, Sermones, Género judicial). Debemos estar atentos a descubrir
que función predomina en cada momento para no correr el riesgo de no interpretar
el mensaje que se nos quiere transmitir.
Pero como dijimos, el lenguaje es tan rico, que los
lingüistas contemporáneos hablan de seis funciones:
Un ser histórico y biográfico
El ser humano no está determinado sólo por su biología,
sino también por su cultura. “Yo soy yo y mis circunstancias” decía Ortega y
Gasset. La cultura humana es una cultura
histórica. Hay algo humano que permanece idéntico pero nuestra forma de ser
personas y realizarnos está condicionada por el momento histórico.
Además, cada individuo tiene su propia biografía. Es lo
que cada uno ha recibido (carácter biológico, familia, circunstancia histórica,
cultura) y lo que libremente vamos haciendo en nuestra vida, con aciertos y
errores. Por eso cada uno es único e irrepetible.
Y además, el hombre también se comunica por lo que hace.
Su actuar nace de su interioridad y la comunica en cada cosa que hace. Por eso
el hombre no sólo comunica sus palabras, sino también los que hace.
Si Dios habla, entonces lo hace a través de hombres y en
lenguaje humano, respetando necesariamente la dimensión histórica y biográfica del ser humano. Estas dimensiones se han
manifestado en la “historia de la
salvación” y en la encarnación de Jesucristo,
un hombre concreto en un tiempo determinado.
Dios habla por obras y palabras
Antes de comenzar a profundizar la Constitución Dei
Verbum, repasaremos lo que la Iglesia ya enseñaba en el Concilio Vaticano I, en la Constitución Dei Filius, capítulo 2 (24/4/1870), acerca de los problemas
derivados de la relación entre fe y razón frente a los planteamientos del
fideísmo y el racionalismo:
Conocimiento natural de Dios es posible: La misma Santa Madre Iglesia sostiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas,
puede ser conocido con certeza a partir de las cosas creadas con la luz natural
de la razón humana: «porque lo invisible de Dios, desde la creación del
mundo, se deja ver a la inteligencia a través de lo creado».
Existe una revelación sobrenatural por su libre voluntad: Ha querido, sin embargo, su sabiduría y bondad revelarse a sí mismo y los decretos eternos de su voluntad al género humano por otro camino, y éste sobrenatural, tal como lo señala el Apóstol: «De muchas y distintas maneras habló Dios desde antiguo a nuestros padres por medio los profetas; en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo».
Es conveniente que exista esta revelación sobrenatural: Es, ciertamente, gracias a esta revelación divina que aquello que en lo divino no está por sí mismo, más allá del alcance de la razón humana, puede ser conocido por todos, incluso en el estado actual del género humano, sin dificultad, con firme certeza y sin mezcla de error alguno (por lo tanto, aunque sobrenatural, no es irracional).
Esta revelación sobrenatural es gratuita: Pero no por esto se ha de sostener que la revelación sea absolutamente necesaria, sino que Dios, por su bondad infinita, ordenó al hombre a un fin sobrenatural, esto es, a participar de los bienes divinos, que sobrepasan absolutamente el entendimiento de la mente humana; ciertamente «ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó lo que Dios preparó para aquellos que lo aman».
Contra el racionalismo que reduce el orden sobrenatural
al orden natural y la fe a la razón, proclamó el Concilio la existencia de un
orden sobrenatural y la ordenación del hombre al fin sobrenatural.
En consecuencia, al
fideísmo, le mostró que la razón
natural puede alcanzar cierto conocimiento de Dios, que la fe no es un
absurdo y tiene cierta racionalidad. Y al
racionalismo, o semiracionalismo, le mostró que existe un orden sobrenatural que no se puede reducir al orden
natural.
Podría dar la impresión
que para la Iglesia estos dos órdenes estuvieran separados uno del otro, corriéndose el riesgo de entender la revelación sobrenatural
como totalmente desconectada de la razón natural. Por eso se hacía necesario un planteamiento que
aclarase esto.
El CVII completa la presentación
del CVI
Siendo entonces el hombre un ser que habla y obra y de
esa manera se comunica, Dios ha de hacer eso mismo para poder dialogar con el
hombre. A esta conclusión llega el CVII en la Dei Verbum (DV):
“Este
plan de salvación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente unidas entre
sí, de tal forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la
salvación, manifiestas y confirman la doctrina y los hechos significados por
las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el
misterio contenido en ellas.” (DV2)
Dei Verbum aborda el tema de la Revelación, la Sagrada
Escritura y su interpretación y lugar en la vida de la Iglesia.
Leeremos completos los puntos 2,3 y 4 de DV.
1.-
El objeto de la Revelación es Dios mismo y el misterio de su voluntad
“Dispuso
Dios en su sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su
voluntad.” (DV 2)
La revelación es obra gratuita de Dios.
Repite aquí lo dicho por el CVI pero le da un toque más personalista. Dios no
revela verdades abstractas sino a sí mismo. Y no solo “revelar” sino “revelar”
y “dar a conocer”.
2.-
En qué consiste el “misterio de su voluntad”
“…dar
a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio
de Cristo, verbo encarnado, tiene acceso al Padre en el Espíritu Santo y se
hacen consortes de la naturaleza divina.” (DV2)
El término “misterio” es de origen bíblico y
alude a Efesios 1,9. El “misterio” es el plan de salvación de Dios, escondido
desde toda la eternidad y revelado ahora. ¿Cuál es el plan?: Que Cristo es el
único principio de salvación, tanto para judíos como gentiles, y es la cabeza
de toda la humanidad y toda la creación. En definitiva, el misterio es Cristo mismo.
Y por medio de este misterio, los hombres son
llamados a la amistad con Dios. Amistad que tiene tres características:
·
Es de naturaleza personal,
de tú a tú, entre Dios y el ser humano. Cada vez que se lee la Escritura sea
privadamente o en comunidad, entramos en comunicación con Dios.
·
Y como es personal, es trinitario: “al Padre… por medio
de Cristo… en el Espíritu Santo…”
·
Y fruto de esa amistad, el ser humano participa de la naturaleza divina: “consortes…”
Carácter dialogal de la
Revelación
“En consecuencia, por esta
revelación, Dios invisible habla a los
hombres como amigos, movido por su
gran amor, y mora con ellos,
para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía.” (DV2)
Una verdadera amistad, movido por su amor, nadie lo
obliga. Y lo invita al hombre.
La Revelación se realiza por
obras y palabras
“Este plan de salvación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras
realizadas por Dios en la historia de la salvación, manifiestan y confirman la
doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su
parte proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas.” (DV2)
·
Como el hombre, Dios se comunica por lo que dice y lo que hace.
·
Las obras manifiestan y confirman
las palabras. Si la palabra no se acompaña de hechos, es vacía. Los
hechos dan credibilidad a las palabras.
·
Las palabras explican el sentido
de los hechos. Si no, se pueden malinterpretar. Es necesario explicar
los hechos que demuestran su sentido. Los hechos tienen un misterio que la
palabra aclara.
·
No se pueden separar hechos de
palabras.
Intrínsecamente unidos entre sí. Por eso en los Sacramentos hay gestos y
palabras.
Cristo, mediador y plenitud de
toda revelación
“Pero la verdad íntima acerca de
Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en
Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación.” (DV2).
·
Carácter cristocéntrico de la
revelación.
Sólo en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, se nos manifiesta plenamente
la verdad de Dios y del ser humano.
·
Cristo es mediador de toda
revelación. “Yo Soy el camino, la verdad y la vida.
Nadie va al Padre sino por mí.” (Jn 14,6) “Nadie conoce al Padre sino el Hijo…
y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11,27). “A Dios nadie lo vio
jamás, el Hijo único, que es Dios y está en el seno del Padre, nos lo ha dado a
conocer” (Jn 1,18). Hay una presencia de Cristo tras toda palabra de la
Escritura.
·
Cristo es la plenitud de toda
revelación.
Él es al mismo tiempo Dios en
persona, y la Palabra de Dios que se
ha acercado a nosotros haciéndose hombre. Y
no cabe esperar otra revelación.
Etapas o caminos de la revelación
(DV3-4)
Hay una preparación
al camino del Evangelio hasta que Cristo
lleva a plenitud la revelación. Leemos DV 3 y 4.
Desde el principio, Dios da testimonio continuo de sí
mismo a todos los hombres. Esto es una “preparación al camino del Evangelio”.
Sus principales etapas son:
1.- La creación > La promesa a los primeros padres (Gn 3,15)
2.- La voz de la conciencia (ofrece la salvación a todos lo que buscan
con sinceridad y perseveran en las buenas obras)
3.- En la historia del pueblo de
Dios > Llama a Abraham > Patriarcas
> Moisés > Profetas
4.- Cristo, lleva a plenitud
la revelación:
1.- Con
su iluminación, “Palabra que ilumina
a todo hombre”
2.- Con su persona, “presencia y manifestación personal”
3.- Con sus palabras y obras, “señales y milagros”
4.- Con su muerte y resurrección
5.- Con el envío del Espíritu Santo.
Fe y Revelación
La palabra ´creo´
aparece con frecuencia en las páginas del Evangelio y de toda la Sagrada
Escritura. Sería muy útil confrontar y analizar todos los puntos del Antiguo y
Nuevo Testamento que nos permiten captar el sentido bíblico del ´Creer´. Al lado del verbo ´creer´
encontramos también el sustantivo ´fe´
como una de las expresiones centrales de toda la Biblia. Encontramos incluso
cierto tipo de ´definiciones´, como p.ej.:
´La fe es la garantía de lo que se espera, la prueba de las cosas que no se ve´
de la Carta a los Hebreos (11, 1).
En la Constitución conciliar Dei Verbum del Vaticano II, leemos:
´Cuando Dios revela, el hombre tiene que someterse con la
fe. Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece el
homenaje total de su entendimiento y voluntad, asintiendo libremente a lo que
Dios le revela´ (Dei Verbum, 5).
En estas palabras del documento conciliar se contiene la
respuesta a la pregunta: ¿Qué significa ´creer´?
De manera diversa que en el conocimiento mediante la razón a partir ´de las criaturas´, las cuales sólo indirectamente llevan a Dios, en el
conocimiento mediante la fe nos
inspiramos en la Revelación, con la
que Dios ´se da a conocer a Sí mismo´ directamente.
Dios se revela, es decir, permite que se le conozca a El
mismo manifestando a la humanidad ´el misterio de su voluntad´ (Ef 1, 9). La voluntad de Dios es que los hombres, por medio de Cristo, Verbo hecho hombre,
tengan acceso en el Espíritu Santo al Padre y se hagan partícipes de la
naturaleza divina. Dios, pues, revela al hombre ´a Sí mismo´, revelando a la
vez su plan salvífico respecto al hombre.
La fe es la obediencia de la
razón y de la voluntad a Dios que revela. Esta ´obediencia´ consiste ante todo en aceptar ´como verdad´ lo que Dios revela:
el hombre permanece en armonía con la propia naturaleza racional en este acoger
el contenido de la revelación. Pero mediante la fe el hombre se abandona del
todo a este Dios que se revela a Sí mismo, y entonces, a la vez que recibe el
don ´de lo Alto´, responde a Dios con el don de la propia humanidad. De este
modo, con la obediencia de la razón y de la voluntad a Dios que revela,
comienza un modo nuevo de existir de
toda la persona humana en relación a Dios.
La Revelación -y, por
consiguiente, la fe- ´supera´ al hombre, porque abre ante él las perspectivas sobrenaturales. Pero en estas perspectivas está
puesto el más profundo cumplimiento de las aspiraciones y de los deseos
enraizados en la naturaleza espiritual del hombre: la verdad, el bien, el amor,
la alegría, la paz.
La fe como respuesta del hombre a la palabra de la divina
Revelación entró en la fase definitiva
con la venida de Cristo, cuando ´al final´ Dios ´nos habló por medio de su
Hijo´ (Heb 1, 1-2).
Leemos también en la misma Constitución del Vaticano II: "Para
dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y
nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el
corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede a todos gusto
en aceptar y creer la verdad (palabras del Concilio Arausicano II). Para que el
hombre pueda comprender cada vez más profundamente la Revelación, el Espíritu
Santo perfecciona constantemente la fe con sus dones´ (Dei Verbum, 5).
Se profundizará más este tema en la cátedra de Teología
Fundamental
Revelación, Tradición y
Magisterio
Leamos completo el número 7 de la Dei verbum:
Dispuso Dios benignamente que todo lo que había revelado
para la salvación de los hombres permaneciera íntegro para siempre y se fuera
transmitiendo a todas las generaciones. Por ello Cristo Señor, en quien se
consuma la revelación total del Dios sumo, mandó a los Apóstoles que predicaran
a todos los hombres el Evangelio, comunicándoles los dones divinos. Este
Evangelio, prometido antes por los Profetas, lo completó El y lo promulgó con
su propia boca, como fuente de toda la verdad salvadora y de la ordenación de
las costumbres. Lo cual fue realizado fielmente, tanto por los Apóstoles, que
en la predicación oral comunicaron con ejemplos e instituciones lo que habían
recibido por la palabra, por la convivencia y por las obras de Cristo, o habían
aprendido por la inspiración del Espíritu Santo, como por aquellos Apóstoles y
varones apostólicos que, bajo la inspiración del mismo Espíritu, escribieron el
mensaje de la salvación.
Mas para que el Evangelio se conservara constantemente
íntegro y vivo en la Iglesia, los Apóstoles dejaron como sucesores suyos a los
Obispos, "entregándoles su propio cargo del magisterio". Por
consiguiente, esta sagrada tradición y la Sagrada Escritura de ambos
Testamentos son como un espejo en que la Iglesia peregrina en la tierra
contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta que le sea concedido ver el
Verbo cara a cara, tal como es (cf. 1
Jn 3,2). (Al respecto también se puede
consultar Verbum Domini 7, de Benedicto XVI)
La Tradición, enseña las verdades que han
sido reveladas por Dios, pero que han sido transmitidas en el origen de viva
voz, no por escrito, de una generación a la otra. Las verdades están contenidas
hoy en los documentos del Magisterio Eclesiástico y en los escritos de los
Padres y de los Doctores de la Iglesia.
La transmisión de la
Revelación
El capítulo II de la Dei Verbum trata el tema de la transmisión de la
Revelación, el cual, según se afirma, fue uno de los que más se sometió al
escrutinio de los peritos y de los padres conciliares, puesto que incluía el
tema -tan discutido, en relación al protestantismo- de la suficiencia material
de la Escritura. La postura de la Iglesia católica, especialmente después del
Concilio de Trento, se planteaba desde la perspectiva de "las dos
fuentes" de la Revelación (Escritura y Tradición), pero ahora se buscaba
darle una expresión más plena, que fuese mejor comprendida.
En la Constitución Dei Verbum,
se alcanza una maduración del tema de la "sola Scriptura"
del protestantismo, y de "las dos fuentes" del catolicismo, y
partiendo de una profunda reflexión teológica se encuentra una nueva expresión.
Ya no alude más a dos fuentes, sino que destaca la unidad del depósito de la
Revelación en sus "dos modalidades". Esto quiere decir que no existen
dos fuentes paralelas de la Revelación, ni solamente la Escritura, sino que
percibe y aborda la unidad de ambas fuentes, "estrechamente unidas y
compenetradas". Esto es, la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura
forman el único depósito de la Revelación. La Dei Verbum enseña que
la Iglesia no obtiene su certeza de todo lo revelado solamente de la Sagrada
Escritura, sino que la Tradición es necesaria para 1) la transmisión y la
certeza acerca de lo revelado, 2) para dar a conocer a la Iglesia el canon de
los libros sagrados, 3) para que los comprenda cada vez mejor y los mantenga
siempre.
Relación
de la S.E. y la Tradición con toda la Iglesia y con el Magisterio
Saber lo que contiene la Escritura es fácil: lo que nos dicen el Antiguo y el
Nuevo Testamente. Pero ¿y la Tradición? Está claro que la verdad de ésta no
está contenida en un único documento, sino en muchos, especialmente los libros
de los Padres de la Iglesia, en la Liturgia, en la práctica de la Iglesia y en
la reflexión teológica, que sirve a los fieles cristianos en su avanzar hacia
el Reino.
Dice DV10: “La Sagrada Tradición, pues, y
la Sagrada Escritura constituyen un solo depósito sagrado de la palabra de
Dios, confiado a la Iglesia; fiel a este depósito todo el pueblo santo, unido
con sus pastores en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión, persevera
constantemente en la fracción del pan y en la oración (cf. Act., 8,42), de suerte que prelados y
fieles colaboran estrechamente en la conservación, en el ejercicio y en la
profesión de la fe recibida.”
Tradición y Escritura constituyen el depósito sagrado de la Palabra de Dios,
confiado a la Iglesia. Pero para que podamos tener certeza que lo que creemos
es lo que dice la Iglesia, que es realmente así y no nos estamos equivocando,
necesitamos la ayuda del Magisterio de la Iglesia, Y así: «El oficio de interpretar auténticamente (auténticamente significa
aquí oficialmente y con autoridad) la Palabra de Dios, oral o escrita, ha sido
encomendado únicamente al Magisterio de la Iglesia, el cual lo ejercita en
nombre de Jesucristo. Pero el Magisterio no está por encima de la Palabra de
Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por
mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente,
lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la
fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído» … «Los
tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo,
contribuyen eficazmente a la salvación de las almas» (DV, 10).
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