Tema 6. El Canon de las Escrituras


Se entiende por canon bíblico el conjunto de todos los escritos que componen la Biblia, o sea, el catálogo completo de los escritos inspirados.

La palabra griega kanon significa “caña larga”, usada como instrumento para medir longitudes. Se traduce entonces como medida, regla, norma.

Respecto a la Biblia, hablamos de canon en un doble sentido:

+ Son la regla de la fe, es decir, los libros en los que la Iglesia ha encontrado reflejada y expresada su propia fe, y por eso esos libros son la norma de la fe, el criterio por el que se puede “medir” hasta donde llegan los contenidos de fe.

+ Son la regla de inspiración, es decir, los libros que señalan el límite hacia el que se extiende la inspiración bíblica. En este sentido, el canon es el catálogo de los libros inspirados.


¿Hasta dónde se extiende la canonicidad?


El 8 de abril de 1546, el Concilio de Trento decía:

“El Santo Concilio… recibe y venera todos los libros tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento con el mismo sentimiento de piedad y de respeto, porque Dios es el autor de ambos”.

“Y para que nadie pueda dudar cuáles son los que recibe este Concilio, ha juzgado conveniente insertar en este decreto la lista de los Libros Sagrados” (y sigue la lista de todos los libros).

“Si alguno no recibiese como sagrados y canónicos estos mismos libros en su integridad, con todas sus partes… sea anatema.”

Por lo tanto, según la definición del Concilio, la canonicidad se extiende: A todos los libros del Antiguo y del Nuevo testamento, tanto protocanónicos como deuterocanónicos.

Libros Protocanónicos: Son aquellos libros sobre cuya canonicidad nunca se dudó.

Libros Deuterocanónicos: Aquellos sobre cuya canonicidad alguna vez hubo dudas, pero que al final llegaron a entrar en el canon. Estos son:

+ En el AT: los libros o las partes de libros escritos en griego. Son Tobias, Judit, 1 y 2 de Macabeos, Baruc, Sirácida, Sabiduría y partes de Ester (Est 10,4-16,24) y partes de Daniel (Dn 3,24-90; 13-14)

+ En el NT: Hebreos, Santiago, Judas, 2 Pedro, 2 y 3 Juan, Apocalipsis, Marcos 16, 9-20 (final canónico del evangelio) y Jn 7,53-8,11 (la mujer adúltera).
Libros apócrifos: Son los libros sobre cuya canonicidad se dudó durante cierto tiempo pero que al final no entraron a formar parte del canon.

Los canones judíos y cristianos


Ya dijimos al comenzar nuestro curso que los judíos poseen un Canon de 39 libros. Esto es porque sólo aceptan los libros protocanónicos del Antiguo testamento, es decir, los escritos en hebreo.

En las Iglesias ortodoxas se aceptan en general todos los libros protocanónicos y deuterocanónicos, aunque no tienen tomada ninguna decisión oficial. Recordemos que las Iglesias Ortodoxas no tienen como nosotros la figura de un Papa, sino que cada Iglesia está liderada por un Patriarca independiente.

Los Protestantes, y de allí todas las Iglesias y sectas evangélicas o no, como Mormones o testigos de Jehová, solo aceptan como canónicos, en el Antiguo testamento los protocanónicos, siguiendo a los judíos, y en el nuevo testamento, tras muchas discusiones, terminaron por aceptar el canon católico. Es decir protocanónicos y deuterocanónicos, aunque algunos consideran como de “segunda fila” escritos como Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis.

En canon católico, según la definición de Trento, acepta todos los libros proto y deuterocanónicos con todas sus partes tanto del A.T. como del N.T.

De allí que los Protestantes llamen de distinta manera a los grupos de libros, según muestra la siguiente tabla:

Tradición católica
Protocanónicos
Deuterocanónicos
Apócrifos
Tradición protestante
Canónicos
Apócrifos
Pseudoepigráficos

Criterios de Canonicidad

El único criterio válido de canonicidad, es decir, aquello que nos hace reconocer a un libro como inspirado, es la Tradición divino apostólica:

“La misma Tradición da a conocer a la Iglesia el canon de los libros sagrados.” (DV8)

Se entiende por “Tradición divino-apostólica” a la vida de la Iglesia, desde sus comienzos en la época apostólica hasta nuestros días, que ha llegado a convertirse en “norma”. Hay que distinguir la “Tradición divino-apostólica”, que junto con la Sagrada Escritura es también Palabra de Dios, como ya vimos, y cauce de la revelación, de las “tradiciones”, que no se remontan a época apostólica, y aunque sean religiosas no han llegado a formar parte de la Revelación.


Historia del canon del Antiguo Testamento

En la actualidad, las comunidades hebreas sólo aceptan como canónicos los libros escritos en hebreo, los protocanónicos.

En el Siglo I no parece existir un canon fijo de la Biblia hebrea, si bien se aceptan como libros sagrados y con autoridad los contenidos en la Ley (Gn, Ex, Lv, Dt, Nm), los Profetas y algunos Escritos, fundamentalmente los salmos.

Entre el 70 d.C. y 135 d.C., entre las dos llamadas Guerras Judías, parece ser que los judíos fariseos armaron un canon concreto. No están claros los motivos que les llevan a esta decisión, pero podrían relacionarse con la necesidad de tener un aglutinante que defina su identidad tras las catástrofes nacionales del 70 con la destrucción de Jerusalén por Tito y Vespaciano, y el 135 con la represión de Adriano. Otras necesidades pueden ser el distinguir los libros realmente sagrados de los libros apocalípticos o una reacción frente a la constitución de otra Escritura sagrada en el seno del cristianismo.

A finales del S II y comienzos del S III el canon ya está formado y definido en su forma actual, tal como aparece en el Talmud.

El canon cristiano del A.T.

Como se advierte, entre el S II y III las comunidades judías y cristianas están definiendo sus identidades propias, la “norma de fe” propia y por lo tanto su “canon”. La evolución histórica de la elaboración del canon cristiano es independiente de la llevada a cabo en el ámbito judío, aunque a veces entren en contacto.

Durante el S I, la Iglesia cristiana naciente hereda del judaísmo una lista de libros sagrados sobre cuya canonicidad no hay tomada posición, como vimos. Entre los siglos II y V, se discute sobre la validez del “canon largo” (con deuterocanónicos) o “canon corto” (sólo protocanónicos). Pero esta distinción depende más del auditorio que tenga enfrente o de los interlocutores con quienes se tenga que discutir. Por ejemplo:

Ante interlocutores judíos se emplea el canon corto, ya que se trata de demostrar que Jesús es el Mesías anunciado en las Escrituras hebreas, y para ello sólo se puede partir de un terreno común, que es el que aportan las Escrituras aceptadas en el que llamamos canon corto.

Ante interlocutores no judíos, se emplea el canon largo, pues se trata de argumentar contra los paganos o los gnósticos, o se trata de exponer la fe ante un auditorio cristiano, sobre todo en celebraciones litúrgicas.

Los Concilios Africanos de los Siglos IV y V, los Concilios de Hipona (393) y Cartago (397 y 419), se decantan por el canon largo, aunque en oriente, el Concilio de Laodicea de Frigia (360) reconozca el corto.

Definiciones Dogmáticas

Concilio de Florencia (1441): En el Decreto contra los Jacobitas, acepta la lista con el canon largo de los Concilios de Hipona y Cartago.

Concilio de Trento (1546): Solemne Definición Dogmática con el canon largo, como ya vimos al principio del tema.

Canon del Nuevo Testamento

No hay declaración directa de la Iglesia Apostólica sobre el canon del NT, aunque en 2 Pe 3,15 se alude ya a un conjunto de cartas de Pablo que circularía por las comunidades y que se equiparan al resto de las Escrituras.

Hasta el 175 d.C., entre los Padres apostólicos y primeros Padres Apologetas, no hay catálogos elaborados, pero se citan explícita o implícitamente todos los libros del NT. Se comienzan a distinguir los evangelios canónicos (Mt, Mc, Lc, Jn) de otros escritos apócrifos no canónicos, llamados también evangelios.

Entre el 175 y el 450, surgen dudas respecto a los deuterocanónicos. El Canon Muratoriano (Roma, antes del 180), no nombra entre los libros a Hebreos, Santiago y 2 Pedro. En otras listas unas veces faltan unos y otras otros.

Entre los Padres, Clemente Alejandrino, Ambrosio, Agustín y jerónimo, reconocen la canonicidad de todos ellos.

Desde el 450 en adelante no hay dudas sobre la canonicidad de los deuterocanónicos. Este consenso se ratificará en los Concilios de Hipona, Florencia y Trento.

Motivos de canonicidad

Ya dijimos que el único motivo es la Tradición Apostólica. Pero esta Tradición no se ha formado de modo irracional, sino que se ha elaborado teniendo en cuenta algunos criterios. Estos son:

1.- El origen apostólico: Se consideran canónicos aquellos escritos que surgen de los apóstoles o sus inmediatos colaboradores, o de las comunidades directamente emparentadas con ellos.
2.- La ortodoxia, es decir, la conformidad de estos escritos con la auténtica predicación sobre Cristo, su vida y su anuncio, Así, se rechazan los apócrifos.
3.- La catolicidad, es decir, su uso en todas o casi todas las iglesias, según testimonia su uso litúrgico. Los libros que fueron usados en una única iglesia fueron rechazados.

ANEXOS

EL LLAMADO “CANON BREVE”                                UN “CANON LARGO” (en griego)

El Canon largo se trata de la lista de los libros del manuscrito llamado “Alejandrino”, del s. V de nuestra era. 

Si comparamos la segunda columna con la primera, hemos colocado: 

(1) En “negrita” aquellos libros de la primer columna que sólo fueron transpuesta a otro grupo. 
(2) En “bastardilla” aquellos libros de la segunda columna que no están en la primera, pero que fueron aceptados en el canon por nuestra Iglesia (libros “deuterocanónicos”). 
(3) Entre “corchetes” aquellos libros de la segunda columna que no están en la primera columna y que no fueron aceptados como “canónicos” por nuestra Iglesia (libros “apócrifos”). 

Cuando el judaísmo rabínico intentó comenzar a dirimir cuestiones disputadas a propósito del “canon” de las Escrituras –hacia fines del s. I d.C., tras la destrucción de Jerusalén y el fin del culto en el Templo en el año 70 d.C.– mayoría de las comunidades cristianas ya se habían separado de la Sinagoga. La Iglesia cristiana no se adhirió a las sucesivas deliberaciones de los líderes religiosos de la comunidad judía y se siguió manejando de acuerdo a su propia tradición (¡la inspiración no acabó con Esdras!) e incluyó, con mayor o menor flexibilidad, parte de los libros escritos o transmitidos en griego que finalmente habrían de ser excluidos del canon hebreo. 

En el siglo XVI, las comunidades “protestantes” se separaron de la Iglesia católica y, pretendiendo “volver a los orígenes”, adoptaron el canon judío breve, considerado “más auténtico y original”. De esto surge la diferencia entre el canon “católico” y el canon “protestante”.

Lista de los manuscritos más importantes –cristianos y judíos– que contienen el AT

Cristianos


Judíos

¿A qué se llama TEXTO MASORÉTICO?
(del hebreo, “massorah” = tradición, transmisión)

Es el nombre de una escuela y del trabajo realizado por los escribas que conservaban la tradición de la lectura del texto bíblico hebreo. Entre los siglos IV y VIII incorporaron al texto consonántico del AT ciertos signos para fijar la pronunciación (en particular, las vocales, ya que el alfabeto hebreo no tiene signos para las vocales). A ese texto con esos signos se lo llama “texto masorético”.  

A continuación otros códices judíos:


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