Tema 3. Inspiración


Introducción

¿Son puramente humanos los libros de la Biblia? ¿Interviene Dios en ellos? ¿Cómo? ¿Cómo puede ser Dios el autor de la Biblia, si no lo vemos ni le oímos, ni le tocamos? ¿Por qué Dios tiene que escogerse a hombres para dar su mensaje? ¿El escritor sagrado es como cualquier escritor que se siente inspirado? ¿Cuánto hay de cosecha de ellos y cuanto de grano de Dios? ¿Y si se equivocaron?


Quien se acerca a las Sagradas Escrituras lo hace con el respeto que merece saber que contienen la “Palabra de Dios”. ¿Pero qué se afirma realmente al decir esto? Algunos han imaginado que Dios dictó al oído del autor las frases que Él quería que llegaran hasta los lectores. Así están representados muchas veces los hagiógrafos (escritores sagrados) en las pinturas. Pero es evidente que se trata de un fenómeno mucho más complejo. Este fenómeno se llama “Inspiración”.

Hay dos textos en la Sagrada Escritura que nos servirán de hilo conductor:
  • “Toda Escritura es divinamente inspirada” (2 Tim 3, 16). 
  • “La profecía no ha sido jamás proferida por humana voluntad, sino que llevados por el Espíritu Santo, hablaron los hombres de parte de Dios” (2 Pe 1, 21).
Y por supuesto, la Dei Verbum viene en nuestro auxilio: “La Iglesia reconoce que todos los libros de la Biblia, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como tales han sido confiados a la Iglesia” (Dei Verbum 11).

Dios sale al encuentro de los hombres con infinito amor, pero lo hace de modo progresivo, revelándose primero a Moisés, después a los Profetas y después por su Hijo y por los Apóstoles. Al querer Dios que su divina Palabra quedase por escrito, tenía que intervenir eficazmente. Y lo hizo escogiendo a unos hombres, a quienes iluminó su inteligencia y movió su voluntad.

Qué es Inspiración

Al influjo sobrenatural de Dios sobre la inteligencia y voluntad de cada uno de los escritores sagrados se le llama INSPIRACIÓN. Dios no sólo hizo y habló, sino que quiso que sus palabras llegaran frescas y vivas a sus hijos de todos los tiempos y para ello inspiró a unos hombres para que escribieran su mensaje de salvación. Todo este mensaje de Dios se contiene en la Biblia.

“Pero, para la composición de los libros sagrados, Dios eligió a hombres a los que hizo intervenir para que, utilizando sus facultades y capacidades, obrando Él mismo en ellos y por medio de ellos, como verdaderos autores pusieran por escrito todo y sólo lo que Él quería.” (DV 11)

Por tanto, la Biblia tiene como autor principal a Dios Espíritu Santo, pero se sirvió de unos autores a quienes inspiró , iluminándoles el entendimiento para que comprendieran lo que Dios quería decirles, moviéndoles la voluntad para que escribieran todo y sólo lo que Dios quería decirles y cuidándoles para que no se equivocaran, en lo concerniente al conocimiento de Dios y a nuestra salvación eterna.

Inspiración bíblica, entonces, quiere decir que todos los libros de la Biblia fueron escritos bajo el directo influjo y asistencia del Espíritu Santo. Por eso la Biblia tiene como autor al mismo Dios y también algunos hombres santos, que se han llamado “escritores sagrados” o “hagiógrafos”. Dios como causa principal ha movido sobrenaturalmente al hombre como causa instrumental para concebir el libro, querer ese libro y escribirlo de hecho.

Para escribir el libro bíblico, el autor humano procede exactamente igual que cualquier otro escritor: busca, imagina, indaga, investiga, ordena, piensa, profundiza, escribe…

El Espíritu Santo no anula ni sustituye esta acción del autor humano, que conserva la plenitud de sus facultades. La acción del Espíritu Santo se dirige a “elevar” las potencias naturales al orden sobrenatural de tal forma que el resultado de la obra escrita sea también toda de Dios.

El Espíritu Santo ejerce con los autores sagrados tres acciones:

Los ilumina el entendimiento, para que comprendan lo que Dios quería decirles.
Les mueve la voluntad, para que escriban todo y sólo lo que Dios quiere.
Les cuida para que no se equivoquen en nada de lo concerniente a la salvación.

La escolástica decía también, siguiendo a Santo Tomás, que Dios asiste a la sensibilidad artística del autor.

Este hecho de la inspiración nos lleva a hacer unas reflexiones importantes que hay que tener en cuenta a la hora de comprender el mensaje bíblico: 

a)      Dios habla en la Biblia por medio de los hombres, con un lenguaje humano. 

Así lo dice la Dei Verbum: “Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano” ((DV, 12). Sólo la palabra humana puede dar cuerpo y forma a la palabra divina. La mediación es un requisito absolutamente necesario para que la palabra de Dios llegue a oídos humanos e influya eficazmente en su vida, con eficacia salvífica. ¿Qué es lo que hace posible esta mediación de la revelación divina? La presencia activa, dinámica del Espíritu de Dios en los mediadores. Esta misma fuerza divina actúa sobre los oyentes o lectores, de modo que la palabra humana, al entrar en los oídos y en el corazón de los hombres, sufra, bajo la acción del Espíritu, el desnudamiento del lenguaje humano y llegue a la intimidad del alma como Palabra de Dios. Ahora se entiende por qué el mensaje de Dios ha sido escrito con la mentalidad y cultura de cada tiempo y de cada lugar. Este lenguaje, de un país y de un tiempo tan antiguo, es lejano a nosotros en un primer momento, y exige una preparación adecuada para poderlo entender aquí y ahora, para nosotros. Por eso, la Iglesia invita a los cristianos a desconfiar de una interpretación individual (“En relación con esto, sabed que ninguna profecía de la Escritura puede ser interpretada por cuenta propia...” 2Pe 1, 20) y a atenerse a la interpretación de la misma Iglesia, a quien ha sido confiada la verdad de la Palabra de Dios (“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder del abismo no la hará perecer. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo” Mt 16, 18-19) .

b) La mayor parte de los autores que escribieron el Antiguo Testamento son desconocidos. 

Cosa muy comprensible dado que, antiguamente, especialmente entre los pueblos orientales, no tenían el sentido de propiedad que tenemos hoy. Nosotros componemos una poesía o un libro y lo primero que aparece es el autor. En cambio, los antepasados, no. Los escritos, más que al individuo, pertenecían a la comunidad y no ponían por lo general su firma.


Conclusión

El Concilio de Trento no había dicho nada respecto a una definición sobre inspiración, aunque por supuesto reafirmó el carácter inspirado, sobre todo de los libros deuterocanónicos.

El CV I repitió la doctrina de Trento. Pero precisa la naturaleza de la inspiración rechazando dos opiniones equivocadas:

            + La aprobación subsecuente: como si un libro pudiera considerarse inspirado sólo en virtud de una aprobación por parte de la Iglesia después de su composición.
            + La asistencia negativa: como si la inspiración se redujera únicamente a una asistencia negativa del Espíritu Santo sobre esos escritos para preservarlos del error.

En el CV II ya vimos que en DV11 aparece la descripción del proceso inspirativo y la afirmación de la autoría de Dios al mismo tiempo que de los hagiógrafos.

Por último, recordemos que la “Inspiración bíblica” no es un dictado y el autor humano no está desvinculado de su tiempo como si tuviera un diálogo solitario con Dios atemporal; que en la Biblia no hay fragmentos que sean sólo de Dios y otros sólo del hombre, sino que toda la obra es de Dios y los hombres; que la Biblia es una obra literaria y como toda obra literaria es un momento creativo tanto en su intuición como en su expresión. Todo este proceso se produce bajo la acción del Espíritu Santo.

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