Tema 7. El Kerigma Evangélico
Kerigma: el núcleo central del Evangelio
Kerigma es una palabra griega que significa "proclamación" y surge en forma de testimonio para suscitar la fe del oyente. Lo podemos incluir entre los géneros literarios por el hecho de que tales testimonios han quedado por escrito al interno de otros escritos neotestamentarios, como son las Cartas y los Hechos de los apóstoles.
“Israelitas, escuchen: A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen, a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre él. A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos. Exaltado por el poder de Dios, él recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen”. (Hch 2,22-24.32-33).
“Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a Pedro y después a los Doce”. (1 Co 15,1-3).
Estos textos, entre otros del mismo tenor, nos hablan del núcleo de lo que llamaríamos el kerigma: Jesucristo, aquel que fue crucificado y que murió, Dios lo ha resucitado y ha sido exaltado. Arrepiéntase y conviértanse para que sus pecados sean perdonados.
Es a partir de la Resurrección y con la venida del Espíritu Santo que los apóstoles y discípulos comprenden el significado de todo lo que Jesús hizo y enseñó. Comprenden el misterio de su persona (cfr. Lc 24,13-35) y a partir de ese momento se pasó de la predicación de Jesús a la predicación sobre Jesucristo, Hijo de Dios (cfr. Mc 1,1).
Es entonces que los hechos de su vida y sus enseñanzas se descubren como afirmaciones salvíficas. A partir de este momento “la memoria” de los apóstoles y testigos oculares, iluminada por el Espíritu y activada por la predicación pasa a tener un lugar importantísimo. Esta "memoria" no se identifica con el mero recuerdo que busca reconstruir una biografía de Jesús, es por el contrario un conocimiento nuevo en el Espíritu que no sólo permite recordar sino comprender el sentido de lo “visto y oído”. Todo se descubre bajo una luz nueva y esta experiencia cambia completamente la vida.
El Género Literario “evangelio”
Por tanto, el “Evangelio” es el mensaje de la Buena Noticia que predicó Jesús a sus discípulos anunciando la venida del Reino de Dios (Mt 5,17. 13,11. 13,24-52. Mc 1,14-15) y que luego fue comprendido por los primeros cristianos a la luz del Misterio Pascual del Señor y con la ayuda del Espíritu Santo. Esto los impulsó para predicar el Evangelio de Jesús: que él murió y resucitó para que todos tuviéramos vida. Los evangelistas Marcos, Mateo, Lucas y Juan y sus comunidades, pusieron por escrito el Evangelio bajo la inspiración del Espíritu Santo y lo hicieron teniendo en cuenta sus necesidades pastorales.
En los cuatro documentos se nos transmite el mismo Evangelio de la misma forma: una narración escrita respecto al Misterio Pascual, con una introducción más o menos larga que lo sitúa y lo explica. Este molde original, del cual no hay precedentes en la literatura antigua, es lo que llamamos género literario “evangelio”. Lejos de ser una biografía o crónica histórica, es un testimonio de fe.
Tengamos en cuenta además que dentro del género evangelio se distinguen a su vez otras formas o moldes, fragmentos relativamente independientes largos y breves, que son comunes en los cuatro evangelios: relatos de milagros, parábolas, alegorías, controversias o discusiones, sentencias de Jesús, etc.
Historicidad de los Evangelios
La Iglesia siempre ha sostenido el “origen apostólico” de los cuatro Evangelios, “porque lo que los apóstoles predicaron por mandato de Cristo, luego ellos mismos y los varones apostólicos nos lo transmitieron por escrito bajo inspiración del Espíritu divino como fundamento de la fe: el Evangelio cuadriforme, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan” (DV 18).
Pero, a la vista de la larga historia de la investigación sobre las Sagradas Escrituras y particularmente los Evangelios, ¿cómo entender la historicidad de los evangelios?¿Existe en los evangelios el recuerdo histórico de Jesús?
Para comprender la historicidad de los evangelios hemos de partir de la aceptación de los tres momentos sucesivos en el origen de nuestra fe:
• la predicación de Jesús,
• Jesús predicado por los apóstoles
• y la fe en Jesús de la primera comunidad.
En el tiempo pre-pascual Jesús predicó, enseñó, actuó, creando en torno a él un grupo de discípulos que en medio de la flaqueza humana, recogieron su mensaje.
Tras la experiencia de la Pascua todo ese cúmulo de recuerdos comenzaron a llenarse de comprensión, tal como ya afirmamos más arriba, la "crecida inteligencia" que dio el saber a Jesús vivo y la infusión del Espíritu, llenó de contenido y dio unidad a todas aquellas vivencias, y los apóstoles comenzaron a contarlo, desde la nueva situación creyente de la Pascua, en una proclamación que muy pronto se hizo kerigmática, tal como vimos recién. Todo aquello que era historia se convirtió para ellos en objeto de fe y como tal lo proclamaron.
Los primeros cristianos que escucharon este mensaje, lo aceptaron con fe, lo vivieron como tal, organizaron sus comunidades de acuerdo con esta fe y los llenaron con la vida que de él se desprendía. El recuerdo pasó a ser mucho más que historia, era fe que fundaba sus comunidades y vivencia que les impelía al amor y la esperanza.
Cuando los apóstoles fueron desapareciendo comenzó un nuevo trabajo, escribir los cuatro evangelios "escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se transmitían de palabra o por escrito, sintetizando otras, explicándolas atendiendo a la condición de la Iglesia, reteniendo la forma de proclamación". Es así como los evangelios más allá de los hechos históricos transmitidos fríamente a la manera de un acta, lo que nos entregan es el recuerdo hecho fe, entendido a la luz de la Pascua y vivido en las circunstancias de cada una de las comunidades creyentes. Por lo que podemos afirmar que los evangelios, además del recuerdo de Jesús nos transmiten la fe que en él tuvieron las primeras comunidades.
Según la célebre distinción, no son propiamente historia (historie) sino un relato contado para el compromiso creyente (geschichte) en Jesús. Ciertamente son escritos que nacen de la fe e intentan crear fe, pero ello no impide que tengan una realidad histórica que los fundamenta y a la cual interpretan. Por ello el Cristo de la fe tiene su origen en el Jesús histórico, ya que los evangelios nos transmiten la lógica comprensión y el entendimiento de la cristología que subyace en todo lo que Jesús "hizo y enseñó".
La historia es, pues, la base en la que se fundamenta la fe cristiana. No es posible comprender el cristianismo sin esta base. El conjunto de los cuatro evangelios nos transmiten "la verdad" de Jesús y es en cada una de las perícopas donde hay que delimitar el hecho histórico, la interpretación creyente que da la Pascua y la aplicación que las comunidades hicieron del hecho para que fuera significativo en la vida de las comunidades.
La respuesta al problema de la historicidad de los Evangelios depende de la posibilidad de demostrar que los evangelistas conocían los hechos que narran y que los refieren con fidelidad, sin alteraciones. Esto se demuestra por la circunstancia que los evangelistas conocían bien los hechos que escribieron, sobre todo los milagros y discursos de Jesús, tan sorprendentes e insólitos que era fácil retenerlos en la memoria. La veracidad de los evangelistas también está garantizada porque no tenían motivos para mentir y lo único que consiguieron fue la deshonra y la persecución y el martirio.
Además, escribieron cuando todavía vivían muchos testigos oculares que habían visto y oído a Jesús y que los hubieran desmentido en caso de que ellos hubieran cambiado los hechos.
Los evangelistas narraron la vida y doctrina de Jesús buscando proporcionar a los fieles materia de devoción, alimentar su piedad e inducirlos a amar al Redentor. A diferencia del hagiógrafo ordinario que encontrándose con hombres imperfectos busca contribuir a su edificación ocultando los defectos y exagerando las cualidades, los evangelistas tratan de un hombre en el que ven al Hijo de Dios. Esta convicción hace que Jesús sea para ellos el hombre perfecto y tratan de describirlo lo más exactamente posible. Esto explica por qué no tuvieron escrúpulo en señalar en la vida del Maestro algunos episodios que eran comprometedores para la dignidad de su persona, pero ellos estaban convencidos que en la vida de Jesús todo tenía significado. (Por ejemplo, si querían que reconociéramos la divinidad de Jesús ¿por qué mostrar su sufrimiento y muerte?)
Jesús no es una figura idealizada como los grandes héroes y fundadores de religiones como Buda, Mahoma, Alejandro Magno, Napoleón, etc. Se le describe tal como fue, con sus debilidades, las ignominias que padeció. Su Encarnación, Nacimiento, Pasión, Resurrección y Ascensión están narrados con sobriedad y fidelidad.
Cristo es además absolutamente original. Él fue el único fundador en la historia de las religiones que se presentó a la humanidad como Dios y como hombre al mismo tiempo, como persona en la que subsistían dos naturalezas, una divina y otra humana. Este concepto nunca podría haber sido creación ni idealización ni de los judíos ni de los paganos.
Podemos así concluir con certeza que los evangelios son los libros más históricos de la antigüedad cuyo valor sellaron con su sangre sus autores.
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