Tema 8. La Escritura en la vida de la Iglesia
“Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no
vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho
germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede
con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que
realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé” (Is. 55,
10-11)
La Biblia es alimento y norma de vida
Una de las principales actividades de la Iglesia, es
llevar a sus hijos al conocimiento y manejo de la Sagrada Escritura para que
haga de ella su alimento y norma de vida. Al respecto el Catecismo de la
Iglesia Católica nos dice que: “«La
Iglesia siempre ha venerado la sagrada Escritura, como lo ha hecho con el
Cuerpo de Cristo» (DV. 21): aquélla y éste alimentan y rigen toda la vida
cristiana. «Para mis pies antorcha es tu palabra, luz para mi sendero» (Sal.
119,105; cf. Is. 50,4)” (CEC. 141) II.-
La Biblia es uno de los más grandes regalos del Señor a
su Esposa, la Iglesia. Y es por eso que la exégesis debe ser fiel a Cristo y al
hombre de hoy. Esto para superar algunas “tentaciones” en las que puede caer
quien interpreta la Biblia para el hombre de hoy. Estas posturas a evitar son:
·
El fabulismo, es decir, reducir la Biblia a un “cuento” para niños.
·
El arqueologismo, es decir, reducir la Biblia a un documento del
pasado, que se estudia únicamente con un interés académico o erudito, pero que
poco y nada le dice al hombre actual.
·
El doctrinalismo, es decir, reducir la Biblia a un cajón que se abre
únicamente para sacar “argumentos” para apoyar verdades doctrinales pero sin
hacer de la Biblia la auténtica “alma” de la teología. A veces podemos también
los cristianos convertirnos en “citadores” de versículos para “adoctrinar” a biblazos a los demás, como hacen las
sectas.
·
El moralismo, o sea, reducir la Biblia a una serie de ejemplos bonitos
a imitar o a una lista moral a cumplir.
Nunca debemos olvidar que la Palabra hecha hombre es una
Persona, no un libro. El cristianismo no es un método de vida o una norma
moral, es el encuentro con Alguien, con Jesucristo.
Las tres acciones con la Biblia
En la Constitución Dogmática sobre la “Divina
Revelación”, el Concilio Vaticano II subraya tres acciones en relación con la
Biblia: Leer, estudiar, orar.
Leer para conocer
Ya desde sus orígenes la Iglesia invita a todo los fieles
a leer la Sagrada Escritura y aprovecharla como alimento y orientación en la
vida de los cristianos. San Pablo exhortaba a Timoteo a leer la palabra
inspirada, para su provecho personal y el ejercicio de su ministerio: “Recuerda
que desde la niñez conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la
sabiduría que conduce a la salvación, mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la
Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argüir, para
corregir y para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto y esté preparado para hacer siempre el bien” (2 Tim. 3, 15-17)
San Ambrosio en su explicación al salmo 18, invita a los
fieles a leer la Sagrada Escritura y a traducirla en la vida: “ejercitémonos
cotidianamente en la lectura y procuremos imitar aquello que leemos”.
Es San Jerónimo, entre los padres latinos el que más
insistía en este asunto: “lee con frecuencia y aprende lo mejor que puedas. Que
te venga el sueño mientras tengas el códice en tus manos, y que la página
sagrada reciba tu rostro vencido por el sueño”
San Juan Crisóstomo se refiere a la Sagrada escritura
como un buen remedio para vencer las pasiones: “la lectura de las sagradas
escrituras libra al espíritu de las llamas de todos los malos pensamientos”…
“la ignorancia de las Escrituras es una ignorancia de Cristo”
Estudiar para comprender
La finalidad del estudio, es el de llegar a comprender en
profundidad la riqueza inagotable de la palabra de Dios, que ilumina y orienta
nuestra vida temporal hacia la vida eterna. Por eso el concilio enseña que: “Es necesario, pues, que todos los clérigos,
sobre todo los sacerdotes de Cristo y los demás que como los diáconos y
catequistas se dedican legítimamente al ministerio de la palabra, se sumerjan
en las Escrituras con asidua lectura y con estudio diligente, para que ninguno
de ellos resulte "predicador vacío y superfluo de la palabra de Dios que
no la escucha en su interior", puesto que debe comunicar a los fieles que
se le han confiado, sobre todo en la Sagrada Liturgia, las inmensas riquezas de
la palabra divina” (DV. 25)
Orar para hacerla vida
La oración es la respuesta del hombre a la escucha de la
Palabra de Dios; como María que responda al anuncio del ángel. DV nos anima a
leerla y estudiarla, pero también a hacerla oración.
Respecto a la relación entre Sagrada Escritura y Oración,
dice DV 25: “Recuerden que la oración
debe acompañar la lectura de la Sagrada Escritura, para que se entable diálogo
entre Dios y el hombre, porque ‘a Él le hablamos cuando oramos, y a Él oímos
cuando leemos las divinas letras’.”
Por eso aprovechamos aquí la oportunidad de recordar la
piadosa devoción de la Lectio Divina, un método de oración con la Biblia nacido
en la tradición monástica. Se basa en una “escala” con varios peldaños, cuyo
número puede variar en cada autor, pero que podemos sintetizar en tres:
·
Lectio:
es la lectura atenta del pasaje bíblico sobre el que estamos haciendo oración,
deteniéndonos en cada palabra, descubriendo todos los detalles.
·
Meditatio:
Es como “rumiar” el texto, saboreándolo. Aquí tenemos que abrir “tres libros”:
La Biblia misma, recordando otros pasajes de la Escritura parecidos a este; la
vida de la Iglesia, sobre todo los santos, que han hecho vida este pasaje que
estamos leyendo; y nuestra propia vida, confrontando nuestra vida con la
Palabra de Dios.
·
Contemplatio:
Es “mirada de fe fija en Jesús”. Es mirar en silencio adorador ese aspecto del
rostro de Cristo que se nos ilumina con la meditación de ese pasaje bíblico. Es
precisamente en este momento cuando la Palabra de Dios realmente nos alimenta.
Conclusión
En las exhortaciones del Concilio encontramos todo un
programa de vida con diferentes enfoques con los que se puede y se debe entrar
en contacto con la Sagradas Escritura. Nadie da lo que no tiene, ni habla de lo
que no conoce, ni hace gustar lo que no ama. También en Verbum Domini, de
Benedicto XVI, encontramos este espíritu. Cerramos el tema con unas palabras
del Cardenal Marc Ouellet:
“La Exhortación Apostólica post sinodal «Verbum
Domini» confirma el
impulso de la nueva evangelización, invitando a pastores, fieles y expertos en
la Biblia a encontrar de nuevo la Palabra divina en las palabras humanas del
texto sagrado. Ante el desafio de la secularización del Occidente cristiano y
de la crisis de identidad del cristianismo en ambientes pluralistas, la Iglesia
responde con un nuevo anuncio de la Palabra viviente de Dios en Jesucristo, que
invita a un acto de fe renovado en la Sagrada Escritura (VD 27). Verbum
Domini propone un cambio
de paradigma en la relación entre Iglesia y Sagrada Escritura: una relación más
contemplativa en el sentido de la preponderancia del Espíritu sobre la letra
según san Pablo. Este cambio supone una interpretación eclesial de la Escritura
en la fe, una escucha orante y asidua de Dios, que habla a través del texto
sagrado, un enriquecimiento teológico de la exégesis, todo ello para ayudar al
pueblo de Dios a encontrar a Cristo en la Sagrada Escritura.
Este nuevo paradigma, fundado en la fe de María y en la
docilidad al Espíritu Santo, privilegia el amor de las Escrituras y la
contemplación del Dios trinitario, que ha venido a hablarnos en el Evangelio.
Un buen número de movimientos, grupos y comunidades viven ya este retorno
contemplativo, esencial a la nueva evangelización.
Que este Espíritu de fe y de amor crezca en la Iglesia
mientras contempla y anuncia la Palabra de Dios. Como Esposa del Cordero,
íntimamente unida y solidaria con la humanidad sufriente, Ella ora sin cesar
por el advenimiento del Reino de Dios: «El Espíritu y la Esposa dicen: ‘ Ven!’ Y el
que escucha diga: ‘ iVen! ¡Amén! ¡Ven Señor Jesús!’ » (Ap 22,17. 20).” (La Sagrada Escritura
en la Iglesia. 7/2/2011)
“Así, pues, con la lectura y el estudio de los Libros
Sagrados "la palabra de Dios se difunda y resplandezca" y el tesoro
de la revelación, confiado a la Iglesia, llene más y más los corazones de los
hombres. Como la vida de la Iglesia recibe su incremento de la renovación
constante del misterio Eucarístico, así es de esperar un nuevo impulso de la
vida espiritual de la acrecida veneración de la palabra de Dios que
"permanece para siempre".” (DV. 26).
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